Zapateria do Tango. Las tamancas gallegas de toda la vida

En la pasada Feria de las Nueces y la Miel (también conocida como la Festividad de San Cosme y San Damián) celebrada a finales de septiembre en la localidad pontevedresa de Baiona, había un stand donde un señor mayor estaba ensimismado cortando un trozo de cuero. 

Me fijé en lo que estaba haciendo y en los productos que allí ofrecía y pude ver que estaba haciendo a mano tamancas de cuero. Las tamancas, son el calzado más antiguo y tradicional de Galicia. Se caracterizan por tener una suela fabricada en una sola pieza de madera y acabar en una especie de botín de cuero resistente. Se usaban principalmente para el trabajo diario y en el campo, siendo un calzado práctico para las zonas húmedas y frías.

De aprendiz a maestro

El nombre del artesano es Carlos Barros Fontán, “pero todo el mundo me conoce por Tango” -puntualiza-, y ese apodo tiene un porqué y es que su taller tiene sus orígenes en la histórica Zapatería do Tango, situada en Mondariz, que como el propio Carlos dice “es un pueblo especial”. En aquella ciudad pontevedresa la industria del calzado antaño era muy importante. El gremio del calzado, de gran importancia para nuestros artesanos debido a su actividad, se extendió entre los años 1940 y 1960, con varios talleres en la ciudad dedicados a la reparación y la sastrería, es decir, a la reparación de zapatos así como a la elaboración de zapatos resistentes o los clásicos zuecos para proteger los pies del duro invierno.

La Zapatería do Tango es el único taller que realiza las tamancas con herraduras.

La Zapatería do Tango trabajaba diligentemente con varios aprendices para posteriormente formar zapateros competentes. “Mi padre empezó a trabajar en el taller y los domingos iba a vender tamancas a la Plaza de Mondariz y su jefe, en función de lo que vendiera, le daba un tanto y después mi padre montó la zapatería. Allí, en ese lugar, aprendió su hijo Carlos Barros Fontán, como dicen, en edad escolar, y más tarde se convirtió en el regente del propio taller. Pasaron muchos años (unos cincuenta) hasta que terminó la ‘Zapatería do Tango‘, pero Carlos siguió en el taller, trabajando en la creación del tradicional calzado gallego que realiza por encargo. “Llevo haciendo tamancas toda la vida”, cuenta el artesano.

Tamancas para todos los gustos

Aunque la forma de las tamancas cambiaron con el paso del tiempo, Carlos sigue fabricándolas tal y como las hacía su progenitor. “Yo sigo con la tradición de mi padre, dice señalando un modelo realizado con metal en el tacón y la suela. “Con herraduras son unas tamañas que no las hay en ningún sitio y la gente quiere algo que no haya en ningún sitio entonces, las hago yo”. Para el botín utiliza pieles de vaquetilla, un tipo de piel gruesa que, por lo general, se utiliza en infinidad de trabajos, como repujados o tintados. “Compro la piel curtida pero hay que cortarla… Lleva mucho trabajo pero sin trabajo, no hay nada”. 

En la Zapatería do Tango realizan las tamancas en múltiples colores.

Tradicionalmente las tamancas, conocidas como zocos en otras zonas de Galicia, se realizan en color crudo para hombre y en negro para mujer pero Carlos también las realiza en otros colores. “Las tamancas pueden servir para vestir, para presumir, porque las hay de colores o de color natural y la gente las usa para según su manera de ser y la manera de ver el tema cómo es”.

Relevo generacional

El artesano suele asistir a muchas ferias populares gallegas porque, según su experiencia, sirven para darte a conocer y vender. “Yo llevo muchos años en Baiona, en la Reconquista de Vigo, en la fiesta de la Historia de Ribadavia… en muchos sitios de Galicia y claro, te conocen y la gente te valora, aprecia lo que estás haciendo porque yo lo hago todo a mano, tu llevas una artesanía pura, no llevas nada industrial de otros sitios y eso, no es artesanía”. 

El artesano Carlos Barros Fontán, de Zapatería do Tango, cortando las pieles.

La mesa está llena de llaveros con tamancas muy pequeñas que vende a los peregrinos como recuerdo del Camino de Santiago que cuentan que “dan buena suerte”. Cada llavero cuesta 8 euros. «Un regalo, pero otros que cobran a lo mejor más por un souvenir del Camino… ¿De dónde viene? ¿Quién lo ha hecho? No se sabe”.

Carlos se siente satisfecho porque con él, no va a desaparecer el maravilloso arte de la fabricación artesanal de tamancas. “La gente está volviendo a la tradición, se siente más atraída por ella. -argumenta satisfecho- Yo tengo un hijo que es periodista y quiere recuperar lo de su abuelo y lo de su padre, que soy yo. Seríamos entonces tres generaciones fabricando tamancas. Mi hijo va a seguir teletrabajando una vez a la semana pero el resto de ella, va a estar conmigo en el taller”.