NeSpoon es una artista urbana cuya obra ha podido admirarse en más de cien ciudades de cuarenta países en los cinco continentes, tanto en galerías como en espacios públicos. Comenzó en 2009 tomando los característicos entramados del encaje como motivo principal de su obra, y los ha llevado tanto a pequeñas piezas de cerámica como a muros de casas de muchos metros de altura.
Exterior intervenido por NeSpoon en Aberdeen (Escocia).
Lo más curioso es que, al principio de su trayectoria, el encaje no era la principal fuente de inspiración de NeSpoon. “Nunca me han gustado los encajes. Siempre he preferido el minimalismo y el diseño moderno. Pensaba que era algo anticuado. Cuando me tomé en serio la cerámica resultó que en todo el mundo, una de las formas más populares de decorar platos era empujando el encaje sobre arcilla fresca. Un día pensé que estos motivos eran interesantes por sí mismos y que no necesitaban un plato o una taza para existir. Empecé a hacer objetos de encaje sin propósito y a pegarlos en algún lugar de la calle. Más tarde, estos patrones comenzaron a aparecer en mi cabeza como graffitis y pinturas de edificios a gran escala, así que empecé a pintarlos de verdad. Al viajar, aprendí más y más sobre la fascinante historia de este oficio. Así que no puedo decir que me enamoré del encaje. El encaje me eligió a mí”.
Primeros pasos
La urdimbre se caracteriza por seguir unos códigos repetidos armónicos y decorativos. Emocionalmente, al encaje se suele relacionar con la seguridad del hogar y con la familia. Casi todos tenemos el recuerdo de algún familiar que, con aguja e hilo en mano, creaba el tapete de una mesa o la blonda de una sábana por eso, quien contempla alguna de las obras de NeSpoon, siempre lo hace con una sonrisa en los labios. “Pinto desde que tengo memoria, desde el jardín de infancia. A la edad de cinco años quería ser un ‘artista de verdad’. De mayor pintaba cuadros al óleo abstractos y tristes. En un momento, me di cuenta que era un callejón sin salida. Sin embargo, al comenzar a hacer arte en las calles, tuve una especie de renacimiento. Antes de eso, tuve un descanso de dos años y luego comencé mis estudios de cerámica. Las primeras obras que coloqué en la calle eran objetos cerámicos con motivos de encaje. Nunca he hecho encaje como tal, aunque mi abuela me enseñó la técnica más sencilla: el crochet. Para mí, procesar patrones y darles nueva vida es mucho más interesante. Aprecio mucho la artesanía, me gusta hacer todo con mis propias manos. En mi arte no uso máquinas, sólo me ayudo del ordenador”.
A la izquierda, encaje cerámico en Callac (Francia). A la derecha, intervención urbana con cerámica en Viena (Austria). Ambas de NeSpoon.
Hay que puntualizar que para NeSpoon la cerámica tiene un encanto especial. “La arcilla siempre ha sido mi material natural desde que era niña. Es el elemento tierra y me gusta trabajar con ella. Me gusta la jardinería y ensuciarme las manos. En la academia tomé clases de escultura en arcilla. Sin embargo, me interesé seriamente por los experimentos cerámicos cuando comencé a trabajar con porcelana. Es un material muy exigente. siempre digo que la arcilla es de nivel infantil y la porcelana es de nivel universitario. A pesar del paso de casi quince años, todavía estoy aprendiendo y conociéndolo. Es un viaje que nunca termina”.
Larga vida al encaje
Los patrones del encaje son siempre simétricos y muchas veces proceden del mundo de la naturaleza. Se ven en los cálices de las flores, en los esqueletos de criaturas marinas, en los copos de nieve y además son universales por lo que son reconocibles en muchas culturas. A pesar de toda esta riqueza, para mucha gente -sobre todo para las generaciones más jóvenes- el encaje suele estar considerado como algo antiguo. “Hace diez años me parecía que hacer encaje era un arte en extinción y sólo conocía mujeres mayores que lo hacían. Hasta el día de hoy, el encaje se asocia comúnmente con algo pasado, obsoleto. Sin embargo, recientemente, cuando viajo, conozco cada vez a más jóvenes de diferentes países interesados en esta habilidad. Las instituciones culturales también apoyan el mantenimiento de esta tradición y por eso soy optimista. El encaje aún no está muerto”.
Trabajo de NeSpoon en Novoa de Atalaia (Portugal) donde hace un homenaje a las encajeras.
A NeSpoon le atraen los patrones de encaje en sí. “Son tan hermosos e intrigantes que no necesitan ninguna forma de uso ni justificación para existir”. La forma de aplicar el dibujo en su obra es también muy diversa. Desde entrelazar hilos con objetos cerámicos o encajes reales como metáfora a las relaciones sociales; hasta colocar piezas de encaje en los troncos de los árboles como una auténtica mimetización con la naturaleza; o interviniendo las fachadas de edificios como una forma de llevar la seguridad del hogar a los exteriores. Además, en ellos utiliza una paleta de colores muy limitada. “Al pintar encajes, busco los códigos más simples de belleza y armonía y por ese motivo, utilizo principalmente el blanco y el negro. Los colores aparecen en mis murales y cuadros sólo en el fondo, suelo utilizar un solo color en varios tonos. El contenido principal de mi trabajo es el patrón de encaje y no introduzco colores en él porque creo que perturbaría el impacto del trabajo”.
Un arte femenino
Su obra también tiene un marcado aspecto femenino. La creación de encajes fue (y sigue siendo) un arte cultivado casi exclusivamente por mujeres e identificado con la feminidad. Hasta hace poco y cuando hacía buen tiempo, era habitual ver en las calles de los pueblos a mujeres haciendo ganchillo mientras comentaban cosas de su vida cotidiana, compartían sus alegrías y preocupaciones y se apoyaban unas a otras. En ocasiones, NeSpoon ha visitado muchos talleres artesanales en muchos países. “La parte más agradable de una visita es siempre ver la reacción de las encajeras ante lo que hago con sus patrones y productos. Siempre se sorprenden positivamente de que se pueda mirar el encaje de esta manera y utilizarlo como punto de partida para otras formas de arte”.
NeSpoon realizando pequeñas piezas de cerámica.
En muchos lugares, el encaja ha alcanzado tal importancia que se ha convertido en símbolo representativo de la ciudad donde se practica como por ejemplo, el encaje de Bruselas en Bélgica, el de Camariñas en España, el de Lille en Francia o el de Koniakow en Polonia. Pero a NeSpoon más que la procedencia, le interesa el proceso de creación y las historias asociadas. “Son interesantes todas las etapas del desarrollo de este oficio y todas las técnicas de elaboración. Sus orígenes están relacionados con el comercio y el intercambio de ideas entre Europa y el mundo islámico en la Edad Media. Hasta finales del siglo XVIII, sólo las personas más ricas podían permitirse el lujo de llevar encajes. Eran tan valiosos como el oro y las joyas, y pertenecían a la realeza. La revolución industrial del siglo XIX creó las primeras máquinas de encaje programables, los dispositivos más complejos y sofisticados de la época, los precursores de los ordenadores actuales. Al mismo tiempo, las simples técnicas de elaboración de encajes se convirtieron en un elemento de la cultura popular y la capacidad de hacerlos, ayudó a las campesinas a sobrevivir en tiempos difíciles. Viajo y aprendo más sobre las piezas de este rompecabezas y todas son interesantes”.
El tamaño no importa
En cuanto a trabajar con diferentes escalas, NeSpoon se siente bien haciendo tanto un pequeño encaje cerámico hasta un mural de varios metros. “Cuando imprimo el encaje en arcilla y esmalte fragmentos seleccionados siento como si estuviera convirtiendo esta delicada estructura en exquisita joyería. A menudo trabajo en silencio, es un proceso muy meditativo que requiere atención y concentración. Cuando pinto un mural, paso hasta doce horas en un andamio o en un ascensor, cargo cubos de pintura, agito un pincel durante horas, tengo que usar una máscara antigás porque los aerosoles son tóxicos. Es difícil en los días calurosos. Es como trabajar en una obra, por las noches estoy exhausta, pero me encanta”.
NeSpoon trabajando en su taller.
Intervenir las ciudades le da libertad pero son todavía muy pocas las mujeres que se dedican al arte urbano. “Nunca me he visto como una ‘mujer en el mundo del arte’. Soy simplemente una artista, aunque pinto motivos muy femeninos. Esto es visible incluso en mis estadísticas de redes sociales, el 80% de mis seguidores se identifican como mujeres. Hasta hace poco, solía ser la única artista mujer en los festivales de arte urbano, pero por eso sentía más bien la buena voluntad a mi alrededor que las dificultades. Afortunadamente, hoy en día cada vez son más las mujeres que pintan murales. La policía me paró varias veces en diferentes países por pintar ilegalmente y nunca tuve problemas por eso, siempre me dejaron ir. Creo que es un privilegio de género, ningún autor de graffiti podría salirse así con la suya”.
Foto superior: NeSpoon trabajando el muro de una casa en Halmstad (Suecia).