Carlos Porro lleva la tradición en las venas. El folclorista, historiador y músico es el comisario de Tipos y Trajes del Vestir Segoviano. Estampas e ilustraciones de los siglos XVIII al XX, una exposición que hasta el 9 de abril de 2023 podrá visitarse en la Fundación Torreón de Lozoya de Segovia (España).
En esta interesante muestra se reúnen todo tipo de documentos gráficos desde grabados hasta naipes pasando por calendarios o postales donde se aprecia la riqueza de la indumentaria segoviana y donde se testimonia la importancia de atesorar todo tipo de impreso para salvaguarda del imaginario indumentario tradicional. Además de hablarnos de la exposición, Carlos nos habla de los trajes segovianos, de la revitalización de la cultura popular y, por supuesto, de la necesaria y gratificante afición de coleccionar todo tipo de registro de temática folk.
La exposición Tipos y Trajes del Vestir Segoviano. Estampas e ilustraciones de los siglos XVIII al XX recopila más de trescientas imágenes sobre indumentaria tradicional segoviana… ¿Cómo empezaste a coleccionar documentación sobre el tema? Actualmente ¿Es complicado encontrar material?
El tema de la iconografía y el diseño forma parte de mis estudios como historiador por tanto, mi formación académica, desde los primeros tiempos, la recuerdo enfocada hacia estos temas. Desde mis primeras recopilaciones de la tradición segoviana en 1990 -aunque casi niño, en 1986, ya estaba con la grabadora en mano en otras provincias- buena parte de las investigaciones se derivaron hacia el estudio de la tradición oral y el contexto en el que se desarrollaba, por tanto dos elementos fundamentales de relación eran el baile antiguo y el vestir tradicional. Desde esos momentos la catalogación de las prendas que en nuestras recopilaciones nos mostraban formaron parte del trabajo en los diversos pueblos. Muchas de esas imágenes, experiencias y conocimientos de décadas las volcamos en la obra Etnografía de la imagen. La colección del Padre Benito de Frutos editada en 2015 por la Diputación de Segovia desde el Instituto González Herrero, y que es el corpus de las referencias del vestir segoviano.
Posteriormente se completó en el trabajo compilatorio de varios estudiosos que coordiné en la obra Indumentaria de Segovia que, en 2018, se editó en la misma institución. En esos años no era difícil encontrar las prendas originales -ahora tampoco lo es- pues Segovia atesora un fondo particular muy amplio y desconocido conservado en los pueblos. Lo que en ese tiempo hicimos fue entrevistar a muchas de las personas que conocían bien la indumentaria tradicional y que no eran precisamente quienes en esa actualidad confeccionaban las piezas de venta al público, sino los ancianos que aún las llegaron a gastar y usar. Llegamos a tiempo de entrevistar a gente de avanzada edad que antes de la década de 1930 gastaron sayas y mantones o los vieron gastar en su casa, y conocían todos los detalles de las prendas que nos mostraron. Asimismo hablamos con las últimas hilanderas, tintoreros, alfayates y tejedores de estos paños e incluso durante casi seis años acompañé a Rafael Colomo, de Olombrada, el último tejedor de telar manual en Segovia, donde semanalmente acudía para aprender el oficio. En su bicentenario telar tejimos piezas de cáñamo o lino, jergas de lana churra, mandiles y mantas como hacían antiguamente él y su familia.
Ahora faltan, no las piezas, sino las personas y la memoria -aunque estamos a tiempo de seguir grabando muchos testimonios no lo olvidemos- que daban cuanta y razón de ese calzón, esa capa o esa camisa, quién lo hizo y para qué. El problema ahora no es encontrar las piezas sino el contexto que lo explique. Para ello son fundamentales estos grabados y estampas, o los relatos escritos de los viajeros del siglo XIX. No es difícil dar con ellos, pues las piezas, con el desarrollo de anticuarios, librerías especializadas de todo el mundo, se localizan. De hecho hay algunos grabados de esta exposición adquiridos en Nueva York, Suiza o Londres a través de internet. Hoy en día se puede localizar en fondos de Museos o en otras colecciones muchos de ellos pues se han catalogado o ofertado públicamente, aunque no todos están disponibles para la adquisición o resultan a muy altos precios. La cuestión está en saber que existen y qué es lo que hay que buscar.
¿Cuáles son los Trajes Segovianos representados en la exposición? ¿Alguno de los que se exponen ha dejado de utilizarse o casi ha desaparecido?
Más que trajes segovianos hemos querido mostrar la idea de «lo segoviano» si es que existe, pues a medida que conocemos más las prendas originales y la documentación y más atrás nos vamos, más semejanza encontramos con otras tradiciones del vestir y otras comarcas ya sean cercanas como Valladolid, Avila y Soria o más distantes como Toledo y Valencia o bien sean costumbres importadas en siglos pasados.
Segovia tiene fortuna pues mantiene muchos rituales donde se hace imprescindible el vestirse con las galas a diferencia de otras provincias donde solamente los colectivos de coros y danzas los muestran con diversos criterios. Fiesta de Águedas, ofrendas de flores o cirios, mayordomías de la Virgen, carnavales, danzas de palos, la Semana Santa, soldadescas… acogen una muestra viva y actual del traje tradicional bajo diversas fórmulas y estados de conservación. Obviamente muchas prendas o colocaciones han desaparecido -como otros tantos elementos del ritual como expresiones y ritmos o melodías- especialmente las prendas de trabajo o las de mayor peso, más incómodas para las facilidades que buscamos ahora en estos tiempos, que se han aligerado o sustituido por otras.
Hay que planteare si ese acomodo de los tiempos modernos enriquece o empobrece el patrimonio, si es necesario o no. Pueden admirarse piezas netamente medievales como el sayo o capote de trabajo y abrigo de Sotillo como exponente de la gran antigüedad del vestir segoviano o las monteras, casi tan exclusivas de algunas comarcas de Segovia.
¿Qué importancia tienen los documentos gráficos a la hora de preservar la indumentaria tradicional?
Toda la documentación gráfica es necesaria especialmente si procede del tiempo y el momento en los que esos trajes estaban en uso como pendas diarias o festivas, pues una vez que se ha perdido la referencia directa de quienes lo utilizaron hay que recurrir a estos grabados. En esa referencia vamos a observar multitud de detalles de piezas que pueden haber desaparecido ya del vestir en la actualidad, o hechuras y formas de colocación diferentes a las que conocemos. También hay que conocer la intención y formación del dibujante o grabador, que puede mostrar otros hechos además de la imagen que ha reflejado, más basados en el idealismo estético, puede incorporar novedades que no son propias de la zona o que ha transportado de otras visiones en otro tiempo o lugar o incluso confundir piezas o colocaciones. Al margen hay algunos grabados de época que etnográficamente aportan pocos datos pero que artísticamente son de una gran calidad.
De todo lo expuesto ¿Qué destacarías por su importancia etnográfica e histórica?
El conjunto de la colección en sí misma y la amplia visión de los cambios del traje desde el siglo XVIII a la actualidad, cuando se ha convertido en un icono de lo segoviano. Pasamos detalladamente por los grabados de los siglos XVIII y XIX, de gran finura, a los del siglo XX donde el mercantilismo y la comercialización del folklore llega a su esplendor. Con ello llegan los nuevos tiempos del vestir y la adecuación de los trajes a festivales y encuentros, fuera del acomodo diario o festivo y la rápida transformación casi en unas pocas décadas lo que antes había necesitado siglos para acomodarse a los nuevos tiempos. Es esa visión global muy necesaria para entender la evolución de estos elementos.
¿Crees que estamos en un momento de revitalización de la cultura tradicional y de reivindicación de sus elementos?
Continuamente. En los peores momentos de cada tiempo, bien por crisis, luchas, pandemias u otras tristezas el refuerzo de la identidad se hace necesario. El sentimiento de grupo, de refuerzo social, crece con la identidad, con la riqueza de la tradición y con la lucha por su conservación. Esta ha sido una constante a lo largo de la historia. Echamos mano del folklore y la tradición para que nos ampare, y que bajo diferentes formatos está presente hoy en día. Multitud de grupos de música folk, de bailes y danzas, de paloteos, escuelas de folklore con mayor o menor alumnado, museos etnográficos o Instituciones provinciales amparan y velan -con mayor o menor suerte- por el patrimonio que ahora llamamos «inmaterial» de manera habitual como nunca en las décadas anteriores se había hecho. En los últimos años se ha documentado ampliamente en algunas provincias la tradición oral, el vestir o la danza con la creación de centros o institutos especializados, proclama de congresos, ferias específicas de la tradición, numerosas publicaciones de especialistas, discos de la memoria oral o exposiciones habitualmente, señal clara de vigencia y actualidad.
¿El término ‘Indumentaria Tradicional’ está desplazando al del ‘Traje Tradicional’? ¿Es una manera de distinguir entre las formas antiguas de vestir tradicional y las recreaciones posteriores?
No distingo en estas expresiones, la verdad. Por tradicional entendemos lo que se reconoce a lo largo de las generaciones como propio y nuestro, o sea, que aunque haya cambios y transformaciones habituales, el referente y el fondo es reconocible. Esto a veces ha planteado muchos problemas pues ese cambio y transformación fue tan radical que en poco o nada se reconocía ese vestir tradicional, salvo que a fuerza de repetirlo se visibilizó como propio, pero de manera forzada y como creación oficial pues mucha gente mayor en los pueblos no entendía esos trajes o esos bailes como propios aunque te los vendieran como tal pues ellos cantaban lo suyo, bailaban de otra manera o tenían el traje antiguo. Sí se ha desplazado, por fortuna, el concepto de «regional» pues el traje no es de una región, puede que tenga estilos propios una comarca, pero también lo tiene un solo pueblo o a veces, una familia y el propio individuo pues no olvidemos que el traje distingue las situaciones sociales, económicas, laborales, civiles e incluso políticas.
¿Es complicado encontrar sastres o modistas que sepan hacer trajes tradicionales? La confección y el patronaje no es sencillo…
No es sencillo, no, pues no deja de ser un oficio especializado y la falta de profesionales incide como en todos los trabajos en los resultados. El sastre, la modista o el costurero era un gran profesional que conocía las hechuras y los cortes -que fueron cambiando con el paso los siglos con las modas- pero el artesano de hoy, como en el caso del dulzainero profesional pongo por caso, ha de ser el eslabón de unión entre la tradición y la modernidad, conocer toda la riqueza de expresiones y saberse valedor de las mismas, dejando al margen su propia impronta a favor de la riqueza patrimonial, salvo que esa impronta esté tan asentada en la tradición que pase por ella, cosa harto difícil y que sólo algunos de los grandes artistas del folklore lo han logrado. Ponemos por caso a Marazuela, que pudo transformar, recomponer, inventar y adaptar algunas letras y melodías que hoy pasan por centenarias, o a algunas bordadoras que transformaron su tipo de bordado enriqueciéndolo y asentando un patrón por el que otras artesanas se guiarían, como en el caso de Carbajales de Alba.
En el campo de la indumentaria tradicional actual prefiero abogar por la riqueza de expresiones, de formas, estilos, modos y maneras que por la acomodación y facilidad en el vestir en el que trabajan muchos alfayates. Todo ello no hace sino empobrecer -por más que se carguen de abalorios los manteos- la gran riqueza patrimonial. Hoy en Segovia, cuando hablamos de patrimonio cultural de la indumentaria, no distinguimos en la confección ya las comarcas por sus trajes, no hay estilos serranos, churros o de la campiña cuando antes los hubo. Ni los estilos propios ni los estados, y queremos vestir a niños y niñas como adultos y a los ancianos como jóvenes, todos de gran lujo y montera, cuando unos casos y otros tenían una indumentaria propia y por tanto se daba lugar a una mayor variedad y riqueza de expresiones.
En este aspecto siempre tendemos a condicional nuestro trajes castellanos en relación a estilos foráneos y a valorar nuestra tradición en tanto o cuanto se asemeje a otra que consideramos más brillante o llamativa. Por eso miramos siempre hacia otras actualizaciones del vestir en España a las que envidiamos, como al traje de flamenca, que equivocadamente planteamos como la «actualización del traje regional andaluz» cuando realmente los andaluces andaban en paños, manteos y bayetas como nosotros, cargado de cueros en polainas, leguis y zamarras con los que sudarían la gota gorda en la feria de Abril. En esos trajes bajarían a vender sus ganados a dicha feria, origen claro del evento.
Por otro lado también asistimos a la actualización del traje de fallera, pero en este caso se ha optado por la riqueza de expresiones, la calidad de los géneros, la seda o el tul, el arcaísmo de las prendas -los jubones y basquiñas del XVII y XVIII-, el cuidado peinado de rodetes o la joyería antigua y por la profesionalización del sector, pues los que confeccionan las prendas, realizan los peinados o tejen las sedas están reconocidos como grandes investigadores en virtud de sus estudios, publicaciones y ediciones, con un gran bagaje profesional.
¿Es difícil recrear trajes tradicionales cuando los artesanos que hacen los tejidos, los bordados o la joyería por ejemplo, están desapareciendo? ¿Es necesario que se enseñen y den visibilidad a estas técnicas -casi siempre familiares- para que se mantengan vivas?
Hoy en día es más fácil que nunca hacerse un traje de los que se entienden como tradicionales, o sea, siguiendo la corriente histórica y costumbrista más cercana a nosotros. La globalización hace que tengamos a nuestro alcance todos tipo de tejidos y telas, orfebres que reproducen las piezas antiguas en cualquier punto de España, Francia o Portugal y contamos también con artesanos que en Galicia, Aragón, Asturias, Valencia, Zamora o León puedan trabajar prendas de aquí y de allá. Como todo, es necesario la enseñanza, pero siempre y cuando se mantengan las técnicas originales.
Estamos ante la misma situación, la confección de un buen traje ahora y antiguamente era costoso económicamente. Llevaba mucho tiempo además y se hacía para media vida. Hoy la inversión de tiempo y la minuciosidad no se aprecia ni valora pues queremos las prendas ya, con lo cual las técnicas se empobrecen y agilizan, se hacen más sencillas o se cambian por otras más fáciles y baratas de obtener. Las famosas trencillas de las sayas segovianas ahora se han convertido en unas tiras de guipur o encaje donde se cosen insistentes bolita o agremanes de cristal por encima y que cualquiera puede hacer. El ancestral y especializado corchado segoviano se ha convertido muchas veces en un punto de cruz habitual que toma su inspiración no de modelos propios sino de revistas de moda, de colchas o mantelerías y el corte y la hechura ajustada, se hace liviana y holgada para el baile, con lo cual se pierden las formas antiguas que desde hace siglos estaban presentes en nuestro patrimonio. Todo ello redunda en una pobreza de espectros en esta nueva actualización.
¿Crees en la evolución de la Indumentaria Tradicional? ¿Crees que debe de seguir teniendo funcionalidad para que sobreviva? ¿De que se adapte a los tejidos actuales, a los gustos y a las necesidades actuales para que no se quede solo como una pieza de museo?
La evolución en todos los ámbitos de la tradición es innegable, y es modo y manera de la tradición que siempre estuvo en continua evolución. Los ámbitos musicales se hacen eco de ello. Por poner un ejemplo si observamos la melodía de la antigua danza de cintas de Abades, un vals o incluso pudiera ser un minué anterior que llegó a saber de dónde y se quedó, hoy sería sustituido en esta aculturación por un tema de salsa o «perreo» adaptado el ritmo. Tal vez a los jóvenes los produzca más emoción esta actualización pero hemos perdido un registro musical centenario y que poco a poco se hizo propio y reconocible por los vecinos durante generaciones. En esta tónica, en un par de años se cambiaría a otra tonada, global y oída en todo el mundo, pero sin nada específico que enriqueciera nuestro patrimonio y que nos haga sentir como propio como pasó a los abuelos que antes mencionaba. Hemos hecho algo actual, sí, pero que está en todos los sitios, que se reconoce en medio mundo y por tanto nada aporta a la esencia y la identidad local. En breve, sin ese refuerzo de la identidad -que es la funcionalidad básica de la tradición, el amparo social- dejará de hacerse y se olvidará. Para este viaje no necesitamos alforjas. Por tanto hay que saber conjugar en equilibrio ambas situaciones entendiendo claramente que la tradición es modernidad, y no lo opuesto, y hay que conjugar las dos fórmulas, la museística obviamente para las piezas que son históricas y mas particulares para preservarla en el tiempo y la muestra festiva de este patrimonio, que ha de formar parte de la enseñanza escolar. Adaptar sin perder la riqueza y que siempre suponga enriquecimiento añadido a lo que tenemos, en vez de suplantarlo de raíz.
En todo caso, pudiera ser necesario que vuelva a parecer la figura «del especialista» por el que tanto abogaron los grandes folkloristas y etnógrafos, la persona que por su valía era la portadora de los elementos de la tradición, por herencia, conocimiento y reconocimiento de los vecinos. Las personas de gran capacidad y conocimiento, que sabían adaptar y conjugar ambos elementos, la tradición y la modernidad para que siguiera fluyendo y que lo nuevo, pareciera de siempre, cosa que muy pocos han logrado en las últimas décadas. Esa es la cuestión, que la tradición avanza siempre pero muy lentamente para que se asienten las cosas y el pueblo las haga suyas, no de la persona que se las ha inventado como algo nuevo y sin conexión «con lo de antes» y que intenta venderte como lo propio cuando el pueblo siempre ha tenido capacidad de gestionar y adaptar lo foráneo hasta hacerlo propio.
De todos los intentos de adaptación del vestir tradicional a la modernidad, muy pocos o ningunos quedará en las generaciones siguientes o en el siglo venidero, pues no dejan de ser un grano de arena del montón, si no no seguiríamos admirando las fotografías de los segovianos de la boda de Alfonso XXII de Laurent siglo y medio después o no nos quedaríamos boquiabiertos cada vez que vemos en estas tierras esas piezas antiguas y genuinas, las camisa del novio bordadas en inmaculado lino, el adorno de las armillas o las monteras de tan cómoda ejecución.
Fundación Torreón de Lozoya. Plaza de San Martín, 5. Segovia (España). Tel. 921 46 24 61.